Me ha costado bastantes páginas (¡casi una tercera parte del libro!) adentrarme verdaderamente en la historia pero, una vez conseguido, he disfrutado con esta novela (la tercera que leo de Kate Morton). Después de la  maravillosa El jardín olvidado, leí con menos pasión Las horas distantes y la que reseño ahora (como ya he indicado) no me ha atrapado tanto, quizás por la repetición de motivos, temas... tan frecuentes en la autora: el peso de los recuerdos, los misterios escondidos que irrumpen de pronto en la vida de los personajes (muchos años después). Tal vez, por ello, pierda en originalidad e interés..., en mi opinión.

Todo sucede tras el descubrimiento de la enfermedad de la anciana Dorothy y la celebración del que parece será su último cumpleaños (en 2011). Laurel, su hija mayor, una conocida actriz, iniciará una investigación basada en los recuerdos lejanos de su niñez, retazos de su pasado, nombres ya desaparecidos... Mientras cuida a su madre, encuentra una fotografía de ésta con otra mujer, un hombre y una extraña dedicatoria. Las tres personas: Dolly, Vivien y Jimmy son las piezas clave de una historia en la que continuamente evoluciona nuestra consideración hacia estos personajes y sus comportamientos.

Con dicha fotografía  irrumpe también el fuerte recuerdo que conserva cuando oculta en un árbol, la joven Laurel (en 1959) descubrió cómo su madre mataba a un hombre.

Amistad, traición, optimismo... se mezclan en esta larga novela. Laurel tendrá que retrotraerse a los sucesos acontecidos en Londres en la Segunda Guerra mundial para poder entender la historia de su familia.

Los continuos saltos temporales (del 2011 al 1959 o 1941) acompañan el curso de una indagación que intenta descubrir un pasado familiar muy distinto al que cada uno de los miembros de la familia pudieran imaginar.