Me había fascinado Que veinte años no es nada de Marta Rivera de la Cruz; la novela que ahora comento, no me ha decepcionado.
La muerte de su mejor amigo lleva a la protagonista (que vive en N. York con su millonario marido) a volver a España al entierro. Allí se encuentra con la hija del fallecido, la ex mujer y también con la actual esposa. 

Los sentimientos de dolor y los recuerdos se entremezclan con fuerza. Decide volver a N. York, sin entusiasmo puesto que en su matrimonio reina una total indiferencia hacia la otra persona, pero una carta que le hacen llegar cambia sus planes: en ella, el ahora fallecido le comunicaba se la ha escrito para que a su muerte intente resolver los problemas econónicos y familiares que estaba viviendo su entorno más próximo. La estupefacción primero y luego las decisiones la llevan a buscar soluciones. 

Una serie de casualidades y un golpe de suerte servirán para que todo se trastoque en su vida y también en la de los otros personajes que la rodean (todas mujeres).
Entrañables y cercanos los personajes. La historia, optimista.